BRASIL, 22 DE JUNIO DEL 2025

El impacto de las fuertes lluvias y los deslizamientos de tierra en Santa Catarina, Brasil, ha dejado claro lo vulnerables que son algunas regiones del país ante fenómenos climáticos extremos. En cuestión de horas, localidades como Florianópolis y Camboriú se vieron afectadas, con carreteras bloqueadas y miles de residentes y turistas atrapados, lo que ha generado una creciente preocupación sobre la capacidad de respuesta de las autoridades locales frente a estos desastres naturales.

Este cierre de carreteras, aunque necesario para garantizar la seguridad de las personas, también resalta la necesidad urgente de mejorar la infraestructura en áreas propensas a desastres. No solo se trata de proteger a la población, sino de estar mejor preparados ante eventos climáticos que parecen volverse más frecuentes e intensos. Si bien el cambio climático es un factor que incide en la intensidad de estos fenómenos, las soluciones no deberían limitarse a las respuestas de emergencia, sino también a la planificación urbana y la construcción de infraestructuras más resilientes.

Lo más interesante en esta tragedia es que, en medio de la devastación, Santa Catarina se enfrenta a un dilema muy común en el continente latinoamericano: el balance entre el desarrollo turístico y la preservación ambiental. Con el turismo como una de las principales fuentes de ingresos en estas regiones, encontrar un equilibrio entre crecimiento económico y sostenibilidad ambiental será un desafío clave para el futuro. La pregunta es si las autoridades locales aprenderán de estos episodios y tomarán decisiones más estratégicas para minimizar los riesgos en el futuro.

En todo caso, lo ocurrido esta semana deja un recordatorio claro: la naturaleza sigue siendo un factor impredecible, y la resiliencia de las comunidades depende no solo de su capacidad para reaccionar, sino de la preparación que tengan ante lo inesperado.

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