Ciudad Juárez, 7 de octubre de 2025
En medio de un clima de políticas migratorias más estrictas por parte de Estados Unidos, una nueva y emotiva tradición ha florecido en Ciudad Juárez, justo frente al consulado estadounidense. Se trata de un gesto de celebración y gratitud: cientos de migrantes que han logrado completar con éxito sus trámites de inmigración están colocando candados en el puente peatonal que se encuentra frente a las instalaciones diplomáticas.
El ritual, que ha cobrado fuerza en los últimos meses, consiste en asegurar un candado al puente con inscripciones como “Sí se pudo”, el nombre de la persona o de los familiares que han obtenido la residencia estadounidense, o la fecha de su triunfo. Este acto, que recuerda la práctica de los «candados del amor» popularizada en puentes de Europa, se ha resignificado en la frontera como un símbolo de victoria personal y de esperanza, después de un largo y complicado proceso legal en el contexto de la administración de Donald Trump.

Un ejemplo de esta práctica es el de Raúl Soto, quien se unió a la tradición tras recibir la noticia de la aprobación de la residencia para su hijo. El aviso coincidió con la celebración del cumpleaños del niño, lo que transformó el gesto en un doble festejo de la perseverancia. Este tipo de historias son el motor detrás de los cientos de candados que ahora adornan la estructura, sirviendo como una forma tangible de conmemorar el éxito en un camino plagado de incertidumbre y presión.
La popularización de los candados es una expresión de la resiliencia de la comunidad migrante y su capacidad para crear esperanza en un entorno hostil. La delegada del Bienestar, Mayra Chávez, ha reconocido en entrevistas previas que la frontera ha sido objeto de una gran presión por las políticas de deportaciones masivas y las amenazas arancelarias de EE.UU. Sin embargo, este puente de candados representa una narrativa alternativa: la del triunfo individual sobre las adversidades del sistema migratorio.
La nueva tradición de los candados migrantes en Ciudad Juárez es un recordatorio de que, a pesar de las políticas restrictivas, el deseo de superación y la búsqueda de una vida mejor persisten. El gesto, más allá de su valor estético, es un poderoso acto de fe en el futuro y un testimonio de la alegría que se siente al lograr la residencia estadounidense. La comunidad fronteriza es testigo de cómo la esperanza puede florecer en medio de la adversidad.


