Ciudad de México, 30 de septiembre de 2025
Un equipo de científicos e investigadores en México ha desarrollado un método innovador que utiliza cerdos, insectos y tecnología geoespacial avanzada para la búsqueda de fosas con tecnología en el país. La urgencia por encontrar a las 130,000 personas registradas como desaparecidas ha impulsado al Centro de Investigación en Ciencias de Información Geoespacial (CentroGeo) a aplicar herramientas poco convencionales para resolver la crisis humanitaria. Este esfuerzo, que comenzó en 2023, busca suplir las fallas de los métodos manuales, como ocurrió en un rancho de Jalisco, donde solo un dron con cámara térmica logró detectar cuerpos.

La técnica principal para la búsqueda de fosas con tecnología consiste en recrear las condiciones de descomposición de un cuerpo humano, utilizando cerdos como análogos. Esta elección es científica: los cerdos comparten con los humanos el 98% del ADN, el grosor de la piel y la distribución de grasa, lo que permite replicar fielmente los efectos que un cuerpo enterrado tiene sobre el terreno circundante. Los cerdos son enterrados en distintas condiciones —troceados, cubiertos con cal o envueltos en cobijas—, para modelar las diferentes formas en que los grupos criminales ocultan a sus víctimas. Este exhaustivo ensayo ofrece a los científicos todas las variables de información posibles.

El éxito en la búsqueda de fosas con tecnología reside en la interpretación de los datos geoespaciales. Juan José Silván, científico de CentroGeo, explica que los drones equipados con cámaras térmicas son esenciales para detectar sutiles variaciones en la temperatura del suelo y protuberancias imperceptibles para el ojo humano. Pero la ciencia no se detiene en la tecnología. La vegetación también sirve como bio-indicador: los colectivos de buscadores han notado que en los terrenos con fosas comunes las plantas son más verdes y brillantes, e incluso aparecen flores amarillas debido al fósforo que producen los cuerpos sepultados.
El uso de esta tecnología y de los bio-indicadores es una respuesta directa a la magnitud de la crisis. Con cerca de 6,000 fosas clandestinas halladas en los últimos años y más de 300 colectivos buscando a sus familiares, la ciencia forense ha tenido que evolucionar. El caso de los 43 estudiantes de Ayotzinapa en 2014, un hecho que conmovió al país y obligó a las autoridades a buscar métodos más sofisticados, marcó el punto de inflexión para el desarrollo de esta nueva metodología de búsqueda. La investigación, que también ha usado información de conflictos en Colombia y Ucrania, busca sentar un precedente para la identificación de cuerpos en los 31 estados del país.
Aunque los resultados iniciales son prometedores y la ciencia ha logrado identificar varios sitios que antes eran inaccesibles, el investigador Juan José Silván subraya que la tecnología es solo «una ayuda». La mejor manera de seguir buscando fosas es en el terreno, con las personas rastreando cada centímetro de tierra. La innovación científica es un faro de esperanza para las familias de los desaparecidos.


